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domingo, 12 de diciembre de 2010

WIKILEAKS - DANIEL ELLSBERG

ENTREVISTA: LA GRAN FILTRACIÓN

"Wikileaks sirve al ciudadano"

Ellsberg, que filtró documentos sobre la guerra de Vietnam, sufrió acoso como Julian Assange

ÁLVARO DE CÓZAR 12/12/2010

Todos los ataques que reciben ahora Assange y Wikileaks fueron dirigidos contra mí cuando publiqué los Papeles del Pentágono". Es uno de los últimos mensajes de Daniel Ellsberg en Twitter. El más famoso filtrador de todos los tiempos ha estado muy activo en Internet esta semana. La red de mensajes cortos le ha servido para convertirse en uno de los mayores partidarios del fundador de Wikileaks, detenido en Londres y acusado de delitos sexuales en Suecia. También le ha ayudado a difundir sus recuerdos de aquellos años y contar cómo se convirtió de la noche a la mañana en un héroe de la libertad de prensa.

Él fue lo que los ingleses llaman un whistleblower (denunciante); literalmente, el tipo que hace sonar las alarmas; el que avisa. Él fue quien avisó de que la mayor parte de lo que su Gobierno había contado sobre la guerra de Vietnam era una sarta de mentiras.

"Recuerdo perfectamente la fecha en que decidí que los documentos debían publicarse. Fue el 30 de septiembre de 1969", dice Ellsberg al otro lado del teléfono. "Ese día, el Ejército retiró los cargos contra seis boinas verdes acusados de matar a un traductor al que creían agente doble. La CIA les denunció ante los mandos del Ejército pero todo se amañó para que nadie testificara. Yo conocía todas las mentiras del proceso y decidí que no quería formar parte de ese sistema". Al día siguiente, Ellsberg comenzó a fotocopiar las 7.000 páginas de documentos que después se conocerían como los Papeles del Pentágono.

Ellsberg formaba parte de un equipo de analistas que llevaba desde 1967 preparando un informe enciclopédico sobre Vietnam, encargado por el secretario de Defensa, Robert McNamara. Cuando empezó a colaborar en el trabajo, todavía era un tipo convencido de la necesidad de la guerra y de sus medias verdades. Para McNamara, una especie de dios en el Departamento de Defensa, había encontrado, por ejemplo, argumentos para atacar al Vietcong con las fotos de sus atrocidades. Era un tipo listo y con imaginación para dar ideas y encontrar respuestas a las preguntas que se hacían sus jefes; una rueda dentada que encajaba perfectamente con el resto de la maquinaria de guerra estadounidense.

Probablemente el desgaste de Ellsberg comenzara mientras escuchaba las extremadamente optimistas declaraciones del entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, sobre la Guerra de Vietnam. La ofensiva vietnamita del Têt en 1968, que acabó en el corazón del mismo Saigón, había hecho desvanecer el mito de que Estados Unidos ganaba la guerra.

Ellsberg estaba harto de guardar secretos y empezó a filtrarlos. Primero a políticos que no mostraron sensibilidad por el tema y luego al periódico TheNew York Times. Al igual que han hecho los diarios que están publicando el Cablegate -entre ellos EL PAÍS- la dirección del Times guardó el asunto en el más estricto secreto. Se llevaron los papeles a la suite del Hilton y allí los estudiaron. Los papeles probaban las mentiras sistemáticas sobre Vietnam, no solo a la opinión pública sino también al Congreso de Estados Unidos. Sobre todo, demostraban las artimañas de la Administración Johnson para hacer creer a todo el mundo que Vietnam era un peligro y no había más remedio que atacarlo.

Los primeros artículos se publicaron el 13 de junio de 1971. Los intentos por parar las rotativas del Times cuajaron poco después, pero The Washington Post tomó el relevo. Sucedió lo mismo, se prohibió la publicación y otro periódico se hizo con los papeles. El Boston Globe, Los Angeles Times... 17 periódicos en total publicaron los informes. El 1 de julio, el Tribunal Supremo fallaba a favor de la prensa.

Dos días antes, Ellsberg se había entregado y había admitido ser quien filtró los documentos. Kissinger dijo de él que era "el hombre más peligroso de Estados Unidos". "Hoy me habrían llamado terrorista", comenta Ellsberg, que señala que eso mismo es lo que han llamado a Assange y a Bradley Manning, el soldado de inteligencia que, según el Departamento de Estado, filtró los documentos a Wikileaks. "Si ha sido Manning, cosa que aún está por ver, yo me identifico con él. Defiendo a Wikileaks porque creo en el servicio que está haciendo a los ciudadanos".

"El primer día de la publicación del Cablegate, me sorprendió que lo que publicó el Times no parecía de mucha importancia", señala. "El grado de confidencialidad de los papeles no es muy alto, pero sin embargo, sí que he visto historias que me han llamado la atención, como la de ese juez español, Garzón, y el hecho de que Estados Unidos tratase de frenar su investigación sobre Guantánamo".

La semana ha sido larga para Ellsberg. Tiene 79 años y no ha parado de atender a medios y publicar artículos y comunicados como el que ha difundido para pedir el boicoteo a Amazon por dejar de hospedar a la página de Wikileaks en su servidor. Al mismo tiempo, ha seguido con sus mensajes en Twitter. Algunos de ellos son continuamente reenviados por muchos de sus casi 8.000 seguidores: "La mayoría de operaciones encubiertas merece ser divulgada por la prensa libre"; "he esperado 40 años para la publicación de documentos de esta escala"; "debería haber unos Papeles del Pentágono cada año"; "acabo de votar a Assange como personaje del año en la encuesta de la revista Time".

"Es hora de que este país deje de tratar como héroes nacionales a los que roban secretos y los publican en periódicos". La frase es del presidente Nixon y aparece recogida en un documental sobre la vida de Ellsberg titulado con la sentencia de Henry Kissinger: El hombre más peligroso de América (2009). La declaración de Nixon bien podría sustituir muchas de las cosas que se han dicho estos días de Assange o Manning.

Otro paralelismo con el Cablegate es la creación de una unidad específica para abordar las publicaciones. Clinton ha creado el War Room (sala de guerra) mientras que Nixon se inclinó por la unidad de los fontaneros, llamada así porque debían encargarse de las filtrac iones. Ese paso, según The New York Times, condujo al escándalo del caso Watergate y, en última instancia, a la dimisión del presidente. La manía de Nixon por grabar todo acabó sirviendo para tener un testimonio interesante sobre lo que un medio de comunicación puede suponer para un Gobierno.

Un asesor de Kissinger habla sobre los Papeles del Pentágono:

-El Times ha revelado los documentos más secretos sobre la guerra.

-¿Te refieres a lo que se ha filtrado del Pentágono?-, pregunta Nixon.

-Señor, este ha sido el mayor fallo de seguridad que he visto en mi vida.

-¿Y sabíamos que iban a publicarlo?

-No señor.

-Ese periódico no sabe lo que se le viene encima.

© E

WIKILEAKS - MILAGROS PÉREZ OLIVA

TRIBUNA: MILAGROS PÉREZ OLIVA

El 'tsunami' Wikileaks

La publicación de los documentos de la diplomacia norteamericana muestra la necesidad de un periodismo experimentado. Algunos lectores plantean dudas metodológicas

MILAGROS PÉREZ OLIVA 12/12/2010

Dos semanas después de haberse publicado los primeros documentos confidenciales del Departamento de Estado norteamericano, el asunto se ha convertido en un gran tsunami informativo cuyas últimas consecuencias estamos aún lejos de poder calibrar. La publicación simultánea del contenido de los documentos facilitados por Wikileaks en cinco grandes medios de referencia en el mundo, entre ellos EL PAÍS, ha abierto un gran debate que no ha dejado indiferentes a los lectores de este diario. Algunos de ellos, como Peter Harvey, para expresar su total oposición a la publicación de estos documentos. Otros, como Félix Díaz Sacristán, por considerar desmesurado el tratamiento que se le ha dado. A Francisco G. González le parece "excelente destapar acciones ilícitas o aspectos oscuros de la política nacional o internacional, pero no que se eleven a la categoría de titular frases o datos de conversaciones privadas que no han sido contrastadas". Otros alertan sobre los efectos colaterales que la información puede tener en la imagen de algunas personas. El periodista chileno Pedro Armendáriz cita el caso de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, a cuyo descrédito cree que contribuye además la foto elegida por este diario para ilustrar la información.

EL PAÍS ha dado ya respuesta a muchas de las objeciones y dudas . Las cinco cabeceras que participaron en esta exclusiva mundial -The New York Times,The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS- publicaron una nota editorial sobre las razones de su decisión. El director de EL PAÍS, Javier Moreno,respondió también a las preguntas que le formularon los lectores , y otros responsables y analistas del diario han abordado estas cuestiones, entre ellosSoledad Gallego-Díaz , que fue Defensora del Lector, y el director adjunto Lluís Bassets .

Lo que piense o haga la diplomacia de la potencia que aspira a ejercer un papel hegemónico en el tablero mundial es siempre noticia. También lo es, en mi opinión, la falta de concordancia entre la política oficial y la real, entre lo que algunos políticos dicen que hacen y lo que hacen realmente. Pero si además esos cables contienen información sobre injerencias, presiones, acuerdos secretos y actuaciones cuestionables en asuntos que han ocupado portadas de diarios y telediarios, el interés público del asunto está fuera de toda duda. Resulta sobrecogedor comprobar que en la mayoría de los asuntos desvelados, incluso con los sesgos de subjetividad e interés de parte, la versión confidencial de los hechos se acerca más a la verdad que su versión oficial. Lo que la filtración de Wikileaks ha mostrado es que el rey está desnudo y la imagen de su desnudez vuela por el ciberespacio sin que nadie lo pueda ya cubrir. A partir de ahora, todos saben que todo lo que hagan o digan puede un día ser del dominio público en toda su desnudez.

Algunos lectores valoran la publicación y el esfuerzo periodístico, pero plantean dudas metodológicas. "Mi enhorabuena por ayudar a que sepamos algo más sobre la realidad oculta de la diplomacia internacional", escribe Juan Manuel Fernández, de Collado Villalba. "Pero la publicación de estos documentos precisa aún de muchas explicaciones".He recogido las dudas que este y otros lectores me han planteado y las he trasladado al director, Javier Moreno. A continuación les transcribo las cuestiones planteadas y las respuestas del director:

1. La mayor parte de los cables contienen impresiones subjetivas de los diplomáticos norteamericanos. Esas impresiones pueden no ajustarse a la realidad. Por ejemplo, los embajadores pueden hacer ver que han tenido más influencia o mejores resultados de lo realmente obtenido. ¿Cómo se ha tratado el elemento subjetivo?

Javier Moreno: Es un algo que resulta necesario tener cuenta. En algunos hemos comprobado que lo que afirman los diplomáticos se corresponde con la realidad. En todos los textos hemos procurado dejar claro que, efectivamente, se trata siempre de la versión de una parte. Y en los casos en los que han existido dudas razonables (como la historia sobre el contrato de motores para helicópteros en el que el Gobierno, supuestamente, favoreció a la estadounidense General Electric frente a la británica Rolls Royce) hemos ofrecido las dos versiones, la de la embajada y la de un portavoz de La Moncloa. En todo caso, hemos considerado que incluso aquellas observaciones o descripciones totalmente subjetivas sobre personas o situaciones tenían interés público. Se trata del punto de vista de la embajada, cuyos datos y opiniones, sesgadas o no, se utilizan para la elaboración de la política oficial de Washington sobre España y otros países.

2. En el primer artículo sobre las revelaciones dijeron que EL PAÍS se sometería a los pactos que hubiera establecido el NYT con el Departamento de Estado con relación a la protección de fuentes o informantes. ¿Qué restricciones han aceptado?

J. M.: No fue exactamente así: nunca dijimos que aceptaríamos sin más cualquier petición de la Casa Blanca. El NYT escuchó las consideraciones del Departamento de Estado sobre los cables cuya publicación estaba prevista. Las peticiones del Gobierno de EE UU se centraron en proteger algunas fuentes de información citadas en esos cables u otros datos y detalles cuya revelación podía amenazar, en su opinión, la vida o la seguridad de ciertas personas o arruinar un determinado canal de operaciones. El PAÍS conoció esas peticiones. Algunas las aceptamos y otras no, según nuestro criterio. Lo mismo hizo el NYT.

3. ¿En qué han consistido los acuerdos de publicación entre los medios? ¿Han pagado por el material? ¿Cómo se han comprobado los datos? ¿Se ha dejado de publicar algo por no poder contrastarlo?

J. M.: El único acuerdo consiste en compartir la información y acordar fechas de publicación. No hay más. Cada periódico ha enfocado las historias como ha considerado más apropiado. Y las ha publicado o no en función de su propio criterio editorial. En los cables de España hemos considerado que no se ponía en peligro la vida de nadie, naturalmente, y por tanto no se ha omitido nada. La publicación parcial de cables solo se ha utilizado para aquellas zonas del planeta en las que no rige el Estado de derecho como lo entendemos en las democracias avanzadas o está en vigor la pena de muerte. EL PAÍS no paga por informaciones. Por esta tampoco. No ha habido ningún tipo de contraprestación económica. Hemos contrastado donde hemos creído necesario hacerlo. Y sí, ha habido informaciones que no hemos publicado porque las fuentes en las que se basaban los cables no nos parecían lo suficientemente sólidas.

4. En las informaciones aparecen referencias a personas cuya imagen puede resultar injustamente erosionada. ¿Qué medidas adopta el diario para minimizar este tipo de "daños colaterales"?

J. M.: En el caso que nos ocupa, en España al menos, no veo este tipo de "daños colaterales". Todas las personas citadas ocupan cargos de responsabilidad pública y emitieron sus opiniones de forma libre. Si lo que opinan en sus conversaciones con los diplomáticos estadounidenses coincide con lo que afirman en público, entonces no hay ningún problema. En caso contrario, creo que los ciudadanos tienen derecho a conocer las dos versiones y el periódico, la obligación de publicarlas. En la mayor parte de las ocasiones las citas y datos han permitido reconstruir episodios muy importantes en la vida política de este país y conocer aspectos que permanecían entre sombras. Esa ha sido la gran aportación de los cables de Wikileaks.

Esta Defensora ha observado que conforme se ha ido conociendo el contenido de los cables, las dudas sobre su interés se han ido disipando y hasta algunos analistas de renombre, como Gideon Rachman, del Financial Times , han rectificado su valoración inicial a la vista de las reacciones suscitadas, la deriva judicial del caso y el pulso que se está librando en el ciberespacio.

Un nuevo escenario emerge ante nosotros. Es difícil calibrar cómo evolucionará, pero lo que el tsunami Wikileaks ha dejado claro es la necesidad de un periodismo responsable, solvente y riguroso. En este mundo complejo y acelerado, no basta con tener acceso al material en bruto. Ese material necesita del trabajo de periodistas bien formados, capaces de contrastar, contextualizar y valorar, desde la experiencia profesional, los datos y las versiones. Y una evidencia: no por atacar al mensajero, la verdad será menos verdad. Lo que crea desconfianza no es la revelación, sino lo revelado.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

SAMAR Y GARCÍA: "TWITTER Y LAS FUENTES"

medios y comunicación

Twitter y las fuentes

¿Los dirigentes desdeñan a los periodistas y han decidido la comunicación directa? Roberto Samar y Marcelo García aseguran que Twitter podrá aportar a la política, pero no toda la política puede pasar por Twitter.

Por Roberto Samar y Marcelo J. García *

Las nuevas tecnologías de la comunicación –y sobre todo sus nuevos usos– han y siguen rediseñando el espacio público de nuestro tiempo. En ese tránsito, reelaboran vínculos y relaciones en todos los ámbitos. El espacio no es lo que era, pero tampoco lo que será. En un punto de inflexión, las relaciones se vuelven más fluidas, pero también mutantes y fluctuantes. Es el caso de la relación a la vez madura e incipiente entre la política y la plataforma de micro-blogging llamada Twitter.

Amantes de los neologismos, sobre todo si suenan bien, no abstenerse: en inglés le llaman politweets desde hace tiempo. Aquí se le podría llamar polítwita a la avalancha de participación micro-digital de actores públicos, empezando desde la propia Presidenta. La polítwita genera cada vez más notwicias, algunas incluso llegan a la portada de los diarios. Hito de la fascinación por el nuevo medio el título del diario Clarín lunes 27 de septiembre: “La Presidenta atacó a la Justicia por Fibertel a través de Twitter”. El medio como mensaje, alguien dijo. En este caso, también la noticia.

Los efectos son contradictorios. En tanto plataforma neutra, Twitter es un gatekeeper transparente. En tanto mediador, media como espejo. Espejo de la palabra de los actores, cuyas palabras aparecen en este nuevo espacio público virtual tal y como surgen de sus bocas (o dedos). El ciclo de noticias como lo conocimos desde el surgimiento mismo de la gran prensa moderna (fuente, gatekeeper, editor, medio, público) muta a la luz de una mediación inanimada y una suerte de rebelión de las fuentes, que se animan a dirigirse directamente al público. Maten al gatekeeper, bien podría ser la bandera de las disputas mediáticas de estos tiempos en nuestros países. La libertad de expresión prima sobre la libertad (o la necesidad de existencia) de la prensa. Una buena noticia en tiempos más empresariales que profesionales de la prensa (pos)moderna. No es noticia que la Sociedad Interamericana de Prensa se enoje. Aquella nota de Clarín empezó con esta línea: “El de ayer fue otro día sin contacto de la Presidenta con los periodistas que cubren su gira”. Y agregó: “Eso sí, al caer la noche, la Presidenta volvió a twittear”. La imagen es ilustrativa por demás: periodistas en el lobby de un hotel de Nueva York, fuente en algún lugar del hotel enviando al destinatario el mensaje que otrora era mediado por.

El espejo Twitter tiene sus reglas. La principal son los 140 caracteres. Las ideas, en busca de palabras con efecto inmediato, tienden a ser más superficiales y los debates más profundos quizás –sólo quizás– nazcan muertos. Se profundiza la tendencia a pensar la política como un espectáculo que construye su agenda a partir de frases más cercanas al marketing de la política que a su argumentación. Twitter, por condición técnica y uso corriente actual, tiende más al diálogo contradictorio que al debate edificante.

De lo que se trata es del grado en que el formato de la comunicación hace a los fondos de los asuntos. A veces el mundo se muestra al revés. En pleno conflicto de colegios tomados en Buenos Aires durante este año, los nativos digitales –protagonistas de la iniciativa– discurrían sobre lecturas del marxismo clásico, mientras la ex vicejefa de Gobierno Gabriela Michetti escribía en Twitter que en lugar de hacer política los alumnos debían ayudar a reparar los colegios. La fascinación de los nuevos inmigrantes digitales les puede hacer perder sentido político, allí donde los nacidos y criados digitales la asumen como natural y la ponen en su justo lugar. Twitter podrá aportar a la política, pero no toda política puede pasar por Twitter.

Incidir en la construcción de la realidad y profundizar políticas públicas a mediano y largo plazo presentan el desafío de trabajar la problemática comunicacional en lo complementario más que lo absoluto. Sólo así una tecnología naturalizada podrá aportar más que restar y/o degradar las prácticas. El reciente caso de la publicación de documentos clasificados por parte de Wikileaks es, quizás, un avance en un nuevo paradigma. Wikileaks tenía miles de documentos para publicar pero no lo hizo solo. Recurrió a tres de los gatekeepers más reconocidos del planeta (The New York Times, The Guardian, Der Spiegel). Para el público, el resultado no podría haber sido mejor: la información en crudo en la web, luego analizada e interpretada por los diarios. Nada que quepa en 140 caracteres.

* Licenciados en Comunicación. Departamento de Comunicación del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo.

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