jueves, 31 de diciembre de 2009

DISCURSO DE AÑO NUEVO DE ANGELA MERKEL

Merkels Neujahrsansprache

"Ich sage es sehr offen ..."

Von Karl Doemens

BERLIN. Schon gestern Mittag hatten die Fernsehleute den großen Scheinwerfer außen vor dem Kanzlerinbüro eingeschaltet, um das Ambiente in gutes Licht zu tauchen. Stunden später, als sich die Büros im Regierungsviertel längst geleert hatten, leuchtete die grelle Lampe immer noch in den Winterhimmel. Es schien, als nehme sich Angela Merkel reichlich Zeit für die Aufzeichnung ihrer Neujahrsansprache.

Tatsächlich holt Merkel in ihrer Botschaft zeitlich weit aus. Sie erinnert eingangs an das Silvesterfest 1989, das sie als DDR-Bürgerin in Hamburg feiern konnte: "Es war die Kraft der Freiheit, die die Berliner Mauer zu Fall gebracht hat." Und diese "Kraft der Freiheit" dient ihr auch als Leitmotiv für eine hoffnungsvolle Zukunft.

Doch kurzfristig stimmt die Kanzlerin die Bürger auf schwierige Zeiten ein. "Ich sage es sehr offen: Wir können nicht erwarten, dass der Wirtschaftseinbruch schnell wieder vorbei ist", mahnt sie: "Manches wird gerade im neuen Jahr erst noch schwieriger, bevor es wieder besser werden kann." Damit spielt sie auf die Prognosen der Experten an, die mit einem deutlichen Anstieg der Arbeitslosigkeit rechnen.

Doch allzu ernst möchte die Kanzlerin am Silvesterabend denn doch nicht in die Wohnzimmer kommen. Also begnügt sie sich im folgenden mit den ebenso allgemeinen wie unverbindlichen Versprechen, die Bundesregierung werde "neue Regeln auf den Finanzmärkten" einführen, sich vor allem "um die Sicherung der Arbeitsplätze" kümmern und "mit mehr Wachstum aus der Krise" kommen.

Merkel: 2010 wird schwieriges Jahr (2:01)


Ausdrücklich spricht sich Merkel für "mehr Nachhaltigkeit" nicht nur in der Umwelt-, sondern auch in der Finanzpolitik aus. Da könnte man kurz ins Grübeln kommen, wie das zu einer Rekordverschuldung und milliardenteuren Steuergeschenken auf Pump passt. Doch nach fünf Minuten ist die Ansprache vorbei, und die ARD schaltet live nach Wien - zum Silvesterstadl mit Patrick Lindner. Prosit Neujahr!


Lesen Sie auch


'FRANKFURTER RUNDSCHAU' ZUR AGENDA 2010

Pressestimme: 'Frankfurter Rundschau' zur Agenda 2010

"Frankfurter Rundschau" zur Agenda 2010: "Als ein Jahr der zufriedenen Bilanz nach harten Entbehrungen war 2010 einst gedacht. Doch daraus wird nichts werden, auch wenn die Sache mit den Entbehrungen zuletzt ziemlich gut geklappt hat.
31.12.2009

2010 wird im Gegenteil erneut ein Jahr voller Baustellen, ein Jahr des Auf- wie des Abbruchs oder, wie die Kanzlerin es formuliert, um gleich das ganze Land in die Verantwortung zu nehmen: eine große Bewährungsprobe."


FRANCESC DE CARRERAS: "FIN DE ÉPOCA"

Fin de época

FRANCESC de Carreras | Catedrático de Derecho Constitucional de la UAB | 31/12/2009 | Actualizada a las 00:39h | Internacional

Parecía que este año 2009 iba a ser el año de Barack Obama, tantas eran las expectativas que este había suscitado. Sin defraudar a sus partidarios inteligentes y sensatos –aunque sí, quizás, a los ingenuos que pasan súbitamente del excesivo entusiasmo a la más amarga de las decepciones–, el panorama internacional no se ha centrado exactamente en el protagonismo de Obama, sino en la sensación de que nos encontramos al final de una época, un final que se refleja, sin duda, entre otros componentes, en la personalidad del nuevo presidente norteamericano, pero cuyo alcance es de mucha mayor amplitud y envergadura.

¿A qué época ponemos fin? A aquel alegre y confiado periodo que empezó hace veinte años, en 1989, con la caída del muro de Berlín, símbolo del desplome definitivo del imperio soviético, y pretendió ser el comienzo de una venturosa etapa de paz y prosperidad sin fin bajo la hegemonía de Estados Unidos en todos los terrenos: económico, político, militar y cultural.

En efecto, los ideólogos que consideraban la guerra fría el rasgo definitorio de la situación mundial desde 1945 no podían tener otra respuesta. Según ellos, desde esta fecha el mundo hubiera sido perfecto si no fuera por la amenaza de la Unión Soviética. Por tanto, el fin de esta amenaza debía coincidir con el comienzo de la felicidad, el tan esperado happy end de un periodo de dificultades y guerras con un único culpable, el comunismo, que acababa de ser derrotado. Desde esta perspectiva, 1989 suponía el comienzo de una nueva etapa, ya liberada del conflicto principal, que conformaría un nuevo orden mundial más seguro, democrático y pacífico. Conseguidos los últimos objetivos militares, las guerras –y otras calamidades diversas– habían terminado.

Pronto se comprobó que, por lo menos desde el punto de vista militar, ello no era cierto. La causa de los conflictos militares no estaba en la voluntad expansiva de los soviéticos, sino en un mundo con las riquezas excesivamente mal repartidas, con fanatismos crecientes que generaban enfrentamientos, con intereses económicos estratégicos en conflicto –fuentes energéticas, necesidades de salida al mar, minerales imprescindibles para nuevas tecnologías, comercio de drogas– y con una industria armamentística clave para la prosperidad económica de los grandes países que necesitaba seguir vendiendo los productos que fabricaba. La guerra del Golfo, el conflicto palestino-israelí, las guerras de los Balcanes y del Cáucaso, los exterminios africanos en Ruanda y Congo, Iraq y Afganistán, han sido o son las caras más visibles del fracaso. Además, el ataque a las Torres Gemelas fue el gran aviso de que una guerra de nuevo tipo estaba empezando en un mundo distinto.

La crisis financiera que comenzó en Estados Unidos en agosto del 2007, ramificada rápidamente por todos los países occidentales y que, debido a la globalización de la economía, provocó inmediatamente una crisis económica generalizada en todo el mundo, confirmó aún más el presagio de que el optimismo de 1989 fue un simple espejismo sin base alguna. Ya lo hemos visto: ni paz, ni prosperidad económica, ni democracia política. Tampoco una creciente cohesión cultural en torno a los valores occidentales de libertad e igualdad. Al contrario, aumento del fanatismo islamista, indiferencia asiática hacia los principios ilustrados basada en un misticismo vagamente panteísta, terrible masacre entre hutus y tutsis, fundamentalismo sionista de Israel en su cruel ataque a Gaza, inquietante renacimiento del racismo cultural europeo, no sólo en los Balcanes y en el Cáucaso, sino también en la misma Europa occidental con motivo de la inmigración y con la excusa del terrorismo. En definitiva, un mundo nuevo con viejos problemas no resueltos en fase de continua redefinición y adoptando formas muy diversas. Frente a esta visión pesimista, también hay motivos de optimismo. Uno de ellos es, sin duda, Barack Obama. Lo era hace un año, recién elegido, lo sigue siendo ahora tras casi un año de presidencia.

Frente a la visión norteamericana post-1989 de que existía un solo amo del mundo y que los intereses de Estados Unidos debían situarse por encima de todo –über alles, de trágico recuerdo–, Obama aporta una visión no dogmática, sino pragmática, de los problemas actuales. Reconoce la realidad y se pone en la piel de los demás; a partir de sus firmes convicciones está dispuesto a negociar, tal como demostró, en el plano interno, con la nueva ley de sanidad; actúa con mentalidad global y rechaza el unilateralismo de Bush.

Un segundo motivo de optimismo es el rediseño fáctico de los poderes mundiales. Del ya inoperante G-8 estamos pasando a un más equilibrado G-20 con nuevos líderes: China, India, Brasil y Rusia, además de Norteamérica y Europa. Esta última, algo apagada en los últimos tiempos, debe frenar ya las reformas institucionales –el tratado de Lisboa debería ser de larga duración– y dedicarse a las reformas económicas y sociales efectivas, así como a la participación con posición propia en los grandes asuntos mundiales. Desde el punto de vista estratégico, intensificar su colaboración con Rusia –hacer llegar su influencia hasta el Pacífico y hasta Oriente Medio– debería ser un objetivo primordial.

Final de una época y comienzo de una década. Todo es posible, lo malo y lo bueno. Quien hace predicciones se equivoca. Carpe diem.

"ONLY ONE CHOICE FOR POLITICIAN OF THE DECADE"


Love Tony Blair or loathe him, only one choice for politician of the decade

Where some saw only an Iraq body count, others experienced better schools and NHS

Tony Blair, well known for his 'miracle-tan'

Will posterity judge Tony Blair more harshly or more kindly? Photograph: Saeed Khan/AFP/Getty Images

Politician of the decade? Even to ask the question in a purely UK context, as guardian.co.uk has been doing this week, is to be struck by a fast-changing world in which no European leader can solidly lay claim to the mantle of global statesman during the turbulent noughties.

No Chirac, Schröder, Berlusconi, no Merkel (not yet) and certainly no pillar of the Brussels bureaucracy. Vladimir Putin stablised his country at great cost, but belongs to Russia's Slav tradition, not its European one. As China and India emerged Europe seemed to shrink.

The EU politician with the energy, drive and brand-recognition charisma to have staked a claim was Tony Blair. But he hobbled his premiership over the Iraq invasion and the still echoing controversy surrounding it. Yet it is impossible not to shortlist him for the title. Love him or hate him, Blair was the dominant force.

Had Gordon Brown's premiership lived up to the post-Blair promises he so often hinted at during his long wait, his claim might have been better – but only if his 10-year stewardship of the UK economy proved durable. Instead it crashed along with bankers' reputations soon after he took over in June 2007.

Apart from Blair who else? Robin Cook is an obvious what-if candidate. Never a New Labour Blairite, Westminster's best debater rode the tiger of liberal interventionism overseas – Blair's Chicago speech which " Poodle" Bush bought into after 9/11 – until the 2003 invasion loomed and he resigned. By the time of his sudden death in 2005, Cook was reconciled with Brown. Could he have made a decisive difference to the current endgame?

Canny Alex Salmond must have a claim. Unlike those Northern Ireland politicians whose Stormont coalition emerged from bloodshed, the SNP leader started the noughties down on his luck. Ever the gambler, he bobbed and weaved, ending the decade as first minister in Holyrood's minority government. Fifty-five tomorrow, his hopes of leading Scotland to independence cannot be ruled out despite the sobering collapse of RBS and HBOS.

A female claimant? That proved harder. Margaret Thatcher, who faded away as a political force in the noughties, leaves a long shadow. But Harriet Harman, who lost cabinet office in 1998, has proved a tough survivor who always fights her political corner: the equality agenda in all the progressive manifestations that enrage many voters. Deputy leader, Commons leader, party chair, she is bloodied but unbowed.

Which Tory deserves a glance? It has been a decade of humiliation for the "natural party of government". Three leaders, Hague, Duncan Smith and Howard, fell beneath Blair's chariot. Since unexpectedly snatching the crown in late 2005 David Cameron has made erratic progress, not yet the master of his party. But he has taken them to the gates of Downing Street which he expects to occupy in 2010. That in itself is an achievement.

Nice guys often finish last. But Vince Cable's decade saw the gangling Lib Dem economist emerge as a political star: clever, funny, self-deprecating, an MP voters seemed to like and respect in a bad decade for politics. It is unlikely to make him chancellor except in the wildest of hung parliaments. Yet he deserves an accolade.

All the same it remains hard to avoid the conclusion that will be uncomfortable for many. Blair won three resounding elections, millions voted for him and not all were disappointed. Where some saw only an Iraq body count others experienced better schools, a revitalised NHS, poverty checked (but not defeated) and a society adapting to tough realities of the new global order.

Blair's strengths and weaknesses were widely shared at the time, though angrily denounced today. Will posterity judge him more harshly or more kindly? It always depends what happens next.

NI UNA PALABRA SOBRE LA PRESIDENCIA ESPAÑOLA

Edito du Monde
UE, le défi de 2010
LE MONDE | 31.12.09 | 12h59 • Mis à jour le 31.12.09 | 12h59

'Europe n'est pas à la fête. En 2009, les Vingt-Sept sont parvenus non sans difficulté à clore le douloureux chantier institutionnel ouvert près de dix ans auparavant. Le traité de Lisbonne, héritier de la défunte Constitution rejetée par les électeurs français et néerlandais, est entré en vigueur le 1er décembre après un processus de ratification des plus chaotiques. Mais le réveil est douloureux : au moment où elle croyait disposer enfin des moyens de peser davantage dans le monde, l'Union européenne (UE) s'est rendu compte, à Copenhague, qu'elle pouvait être marginalisée sur un terrain, la lutte contre le changement climatique, où elle prétendait démontrer les vertus de son "soft power".

Le Vieux Continent n'a pas pesé lourd face aux intérêts de la Chine et des Etats-Unis, moins enclins à réduire leurs émissions de gaz à effet de serre, et l'Europe n'a pas su les convaincre de suivre son exemple. L'avertissement de Copenhague va bien au-delà du seul enjeu climatique, au moment où l'UE s'apprête à faire fonctionner ses nouvelles institutions.

Herman Van Rompuy, le nouveau président "permanent" du Conseil européen, prend ses fonctions lundi 4 janvier à Bruxelles. La mission de l'ex-premier ministre belge sera de coordonner les travaux des vingt-sept chefs d'Etat et de gouvernement pour donner les grandes impulsions politiques. Il a vocation à devenir l'interlocuteur incontournable de José Manuel Barroso, président de la Commission européenne, dont la nouvelle équipe doit être confirmée par le Parlement européen d'ici à la fin janvier 2010. Sur la scène diplomatique, M. Van Rompuy sera secondé par la Britannique Catherine Ashton. Méconnu du grand public, le tandem doit faire ses preuves et conjurer le risque de cacophonie.

De l'avis général, le traité de Lisbonne donne pourtant aux uns et aux autres des outils inédits pour améliorer le fonctionnement, et l'influence, de l'Europe élargie. Il conforte le rôle du Parlement européen, et rogne le pouvoir de veto des Etats. Mme Ashton fait figure de novice ; sa première tâche sera pourtant de bâtir le service d'action extérieure. Les dirigeants européens sont désormais tenus de s'intéresser à la substance, après tant d'année de nombrilisme institutionnel. Mais ils savent que tout dépendra aussi de la bonne volonté des capitales. M. Van Rompuy ne sera un président du Conseil fort que si les chefs d'Etat et de gouvernement parviennent à agir ensemble. A l'heure où la crise économique met à rude épreuve la solidarité européenne, c'est la grande inconnue de 2010.


Article paru dans l'édition du 01.01.10