Otro relato de la Argentina kirchnerista
Joaquín Morales Solá
Domingo 5 de diciembre de 2010 | Publicado en edición impresa
UN alto funcionario de Washington le aseguró a un político argentino (que lo llamó preocupado por las filtraciones de WikiLeaks) que los mensajes cifrados que se fugaron pertenecen sólo al nivel menos seguro del Departamento de Estado. Habría dos niveles más altos de seguridad que no fueron perforados, por ahora. Eso explicaría que los cables conocidos en los últimos días sean, en su mayor medida, como un cotilleo entre vecinas, que sólo muestran las ganas de muchos políticos locales de convertir a los diplomáticos extranjeros en confesores o psicólogos. Sin embargo, se conocieron dos cables sobre la Argentina que son especialmente graves. Esos mensajes se refieren a la facilidad para lavar dinero en el país y a un vasto sistema estatal de espionaje interno.
Los cables son una mezcla infinita de ingenuidad y de precisión, de frivolidad y de perspicacia. Es creíble la versión norteamericana de que Hillary Clinton no tiene tiempo -ni ganas, seguramente- de conocer cómo hace Cristina Kirchner para combatir el estrés o qué medicamentos consume para combatir la ansiedad. Según dicen en Washington, hay en el Departamento de Estado una oficina con varios psiquiatras encargados de elaborarle a la secretaria de Estado un perfil psicológico de las personas con las que proyecta reunirse. Son ellos los que habrían enviado ese fastidioso cuestionario; es, en definitiva, la obsesión sajona por los detalles.
El problema son las preguntas, más allá de quién las hace. ¿La reclamación de esos datos no significa en los hechos una incitación al espionaje interno y personal? Resulta difícil imaginar a un diplomático extranjero preguntándole formalmente a un diplomático argentino sobre qué pastillas ingiere Cristina Kirchner. No es una información, además, que esté en poder de los funcionarios visibles del Estado; sólo puede tener acceso a ella el círculo más íntimo y familiar de la Presidenta. O le contestaron a Washington desde Buenos Aires con cualquier rumor suelto o debieron pagarle a un servidor personal de Cristina para obtener esos datos. Esas son las prácticas condenadas ahora a la extinción.
El informe sobre el lavado de dinero que partió desde aquí es, en cambio, largo (12 hojas), fundado y con testimonios valiosos. La conclusión es que la ley argentina no es tan mala, pero está ausente la decisión política de combatir esa práctica corrupta. La liviandad de los gobernantes argentinos no se respalda en la necesidad de ayudar al narcotráfico o al terrorismo internacional, dice el mensaje, sino en proteger la corrupción y la evasión impositiva. Lo segundo le deja la puerta abierta a lo primero: ya hay fondos del narcotráfico lavándose cómodamente en la Argentina, asegura. El dinero del terrorismo que se lavó sería intrascendente, subraya el cable, aunque ni siquiera saben si hubo plata de esa procedencia.
Una segunda conclusión es que la agencia oficial para combatir el lavado no sólo es ineficiente, sino que sirve para perseguir a los adversarios. El cable consigna que una información confidencial sobre Francisco de Narváez, suministrada por un organismo internacional, fue trasladada en el acto al conocimiento público. Directivos de bancos en la Argentina aseguran también que esa agencia gubernamental argentina interfiere inmediatamente cuando empresas lejanas o críticas del oficialismo hacen alguna transacción en dólares. Hay empresas que no pueden comprar 10.000 dólares sin que nos caigan encima las inspecciones sobre lavado de dinero , dijeron.
A todo esto, ¿fue una novedad la laxitud de los gobernantes argentinos sobre el lavado? No. Funcionarios del Banco Central vienen advirtiendo desde hace cinco años, por lo menos, que la Argentina se deslizaba hacia el descrédito en los organismos mundiales de lucha contra el lavado. Esos funcionarios no sólo hablaban con periodistas; también les trasladaban sus percepciones a las máximas instancias de la administración. Nada. La respuesta fue siempre la obstinación en la política de dejar hacer. La Argentina está ahora a las puertas de caer en la ultrajante zona gris , el lugar donde están los países no confiables del mundo en materia de circulación de dinero.
Ese mensaje diplomático señala también la posibilidad de que el "círculo íntimo" de los Kirchner y el propio matrimonio presidencial haya girado fondos al principado de Liechtenstein, Suiza y Luxemburgo. Aunque la agencia argentina contra el lavado se negó a darles información a esos países, lo cierto es que por primera vez se menciona la eventualidad de que los Kirchner hayan abierto cuentas bancarias personales en paraísos fiscales. Es el dato más notablemente nuevo en el culebrón de los cables.
Otro informe relevante (aunque no es una noticia para los argentinos) alude al sistema kirchnerista de persecución de políticos opositores y de periodistas mediante una masiva intervención de sus teléfonos y correos electrónicos. El sistema tendría dos grandes afluentes: la ex SIDE y la Policía Federal, que les encargaría la tarea a terceros. La ex SIDE reporta a la Presidencia de la Nación; la Policía está bajo control del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, el funcionario más feamente sospechado, según los cables conocidos.
En varios mensajes cifrados se señala que al jefe de Gabinete se lo vincula con el tráfico de drogas. En rigor, el gobierno de los Kirchner nunca tuvo una política clara para el combate del narcotráfico; ninguno de los dos Kirchner hizo alusión a ese flagelo en ninguno de los muchos discursos que dijeron. Esas son prioridades norteamericanas , explicaron siempre. ¿Y los miles de argentinos que han caído bajo el mortal hechizo de la droga? Silencio.
A pesar de la insistencia se destaca en los cables que no existen pruebas fehacientes sobre esa grave acusación a Aníbal Fernández. El jefe de Gabinete es también quien distribuye la publicidad oficial y financia y alecciona, por lo tanto, a los calumniosos medios ultraoficialistas que persiguen a políticos y periodistas. El Estado autoritario es siempre la peor amenaza para los derechos humanos.
Con todo, los mensajes norteamericanos son más edulcorados y elegantes que los e-mails que enviaba el falso doctor Manuel Vázquez, el otrora todopoderoso asesor de Ricardo Jaime, a sus clientes por todo el mundo. Vázquez no es abogado y tiene antecedentes por manejos turbios de dinero anteriores a su gestión en la administración kirchnerista. Vázquez se negó, hace varios meses, a "tirar las computadoras al Río de la Plata", como le aconsejó un abogado al que consultó. No se sabe si lo hizo por soberbia, por una enorme sensación de impunidad o porque necesitaba conservar esos documentos para su relación con Jaime, que se enfrió en los últimos tiempos.
Lo cierto es que Jaime terminó procesado y hay quienes aseguran que estará entre rejas antes de fin de año. Los mensajes norteamericanos serían menos creíbles sin la impresión argentina previa de que existía un sistema oficial de corrupción y, sobre todo, sin los e-mails de Vázquez, que bordean la obscenidad en materia de sobornos. Altos funcionarios oficiales aseguran que Cristina Kirchner le soltó la mano a Jaime. La pregunta que nadie sabe responder es cuánto sabe Jaime y si está dispuesto a callar.
La Presidenta aseguró entre íntimos que la filtración de WikiLeaks no la distanciará de Washington, mucho menos después de la amable conversación con Hillary Clinton. Es la decisión que llevó, incluso, hasta la cumbre iberoamericana de Mar del Plata. Otra cosa, habría deslizado Cristina, será la rendición de cuentas interna que provocará la divulgación de confidencias hechas por propios kirchneristas. ¿Sergio Massa? ¿Aníbal Fernández, que se exhibió como el más pronorteamericano dentro del kirchnerismo? Nadie sabe sobre quiénes caerá la noche.
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