Ida Vitale (Montevideo, 1923) , que el pasado mes de abril recibió el Premio Internacional Octavio Paz, está estos días en España, donde ha participado en el ciclo “Maestros X Maestros (de la poesía contemporánea)” , con motivo del cien aniversario de la Residencia de Estudiantes, de Madrid, con una intervención dedicada al poeta José Angel Valente, bajo el título “Modos de limpiar el aire”.
Otro título elocuente que muestra la honda pulsión poética y la riqueza metafórica de esta creadora, que desde 1989 vive en la capital de Texas, Austin (Estados Unidos) . En 1973 la dictadura la obligó a dejar su país y desde 1974 a 1989 vivió también en México.
Perteneciente a la llamada generación del 45, donde también se inscribe a Mario Benedetti, Idea Vilariño o ngel Rama, entre otros muchos autores que tenían a Juan Carlos Onetti como gran referente, Ida Vitale, asegura a Efe que no le interesa nada la poesía llamada “social o política”.
“Para mí, compromiso hay, pero ese es el moral. Eso es lo primero y a ese soy fiel eterna. Con la poesía social o comprometida no se ha conseguido el momento más decoroso de la poesía. No lo fue, ni siquiera con Pablo Neruda que fue un gran poeta. La poesía es otra cosa, y, ya digo, requiere una cierta intimidad aunque coincida con la intimidad de los otros” , argumenta esta mujer que a sus 87 años sigue estando atenta a la “escucha poética”.
Vitale, cuyo nombre siempre está en las quinielas de premios como El Cervantes o el Reina Sofía de Poesía -“siempre estoy en quinielas y no me gusta nada” , matiza- ha encerrado en “Mella y criba” toda una armonía vital y poética, una voz siempre muy personal y coherente, por donde pasa la naturaleza en toda su plenitud y detalle: el verano, otoño, los álamos o un homenaje al poeta japonés Mutsuo Takahashi.
“Bajo casias y ceibas y cedrones/entre el ratán y el romerón/en el jardín terrestre/dice el poeta japonés la vía/por la que vamos a otro jardín más alto” , escribe Vitale.
Pero también se dan cita los animales, el grillo, el conejo, o el amor por el libro. También ciudades como Nicaragua, Roma, o Padua, entre nocturnos, lunas y un poema llamado “La Sutura” , que tiene que ver mucho con el título, con la mella: “Temo ya no saber hacer/lo que no debe verse/aunque irse del mundo/pida dejar algo -como sea- en pago de la ausencia”, dice.
“En general -subraya la autora-, es más difícil trasmitir la alegría que el dolor. La alegría se encierra más sobre si misma. El dolor necesita ser primero aceptado y después superado y aunque sea indeseable siempre deja algo entre las manos; y el hecho de escribir es ya calmante y satisfactorio”.
Vitale, que confiesa que está leyendo “todo el tiempo” , no sabe a estas alturas de su vida cómo puede llegar la necesidad de escribir el primer verso.
“No tengo nada claro como viene ese relámpago, sobre todo el primer verso es mágico, porque los demás vienen arrastrados” , precisa esta escritora que comparte su tiempo entre la poesía, la narración, traducciones y sus escritos en prensa. EFE
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