DE LA NOCHE DE SAN JUAN A LAS ZAMBULLIDAS DESDE ALTOS BALCONES
Era la noche inaugural de cada verano en la costa del Mediterráneo y en torno a las fogatas, pero un pequeño grupo de jóvenes tenÍa tanta prisa en incorporarse a la fiesta en Castelldefels que, saltándose el camino establecido para pasar de un lado a otro de las vías decidió cruzarlas directamente sin advertir que un tren en marcha terminaría con sus vidas.
Era el Love Parade de este año en Duisburg, con miles de participantes llegados de ricos lugares, pero la prisa de quienes todavía no se habían congregado frente al escenario, corriendo por estrechos accesos, terminó con la vida de muchos aplastados por muchos otros mientras el espectáculo proseguía en el escenario elegido.
Eran los balcones de hoteles ocupados por jóvenes británicos adictos al alcohol y al riesgo extremo y estos jóvenes se subían a esos balcones de sus habitaciones en los pisos altos para lanzarse desde allí a la lejana piscina del jardín y, a veces, morir en la zambullida o, otras veces, sobrevivir fracturados o enteros para repetir cuanto antes el salto mortal de moda.
Al término de julio-agosto, los nuevos modelos de conducta se implantan y, unidos a otros, de más larga duración, mandan. Pueden escucharse a más jóvenes -y no ya jóvenes- alardeando de cruzar las vías sin respetar las señales porque tienen prisa, dicen, y no pueden perder el tiempo, añaden. Y a miles de jóvenes en éxtasis, gesticulando y adorando a sus ídolos al aire libre o en el encierro de las discotecas.Y a más grupos de jóvenes decididos a seguir practicando sus saltos mortales desde altos balcones a las piscinas de sus hoteles.
Mientras, catástrofes naturales, gobiernos y partidos ineptos, terroristas suicidas y fuerzas de ocupación desconcertadas continúan azotando países, paisajes, moradas y poblaciones indefensas y multiplican sus víctimas, sin abrir la esperanza de días mejores.
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