SORPRENDENTE PRIMAVERANO
Primavera se transforma en junio en una primaverano que en la segunda década de este mes se anuncia ya, rotunda, verano. Cada año recorremos este ciclo como si nos asegurara vacaciones, una cascada de entretenimientos que llegará a su apogeo en agosto. Pero este año la crisis de larga duración sigue golpeándonos ahora mismo y seguirá más allá de las horas y los días veraniegos.
En la UE, la presidencia semestral de España coincide - implacable ironía – con una España acosada por la crisis financiera y la demorada gestión gubernamental para darle respuesta. Sometido a las pulsiones de los grandes de la Eurozona y, peor todavía, de inescrutables centros del poder financiero, Rodríguez Zapatero apenas gana por un voto y tres abstenciones la aprobación de su plan de medidas urgentes. Horas antes, Merkel y Obama le habían llamado por teléfono. “Haga los deberes que le imponen desde fuera”, le reclama Duran i Lleida en el Parlamento, a punto de salvarle con la abstención de CiU. “Si no nos absteníamos”, explica Mas, “España quedaba intervenida en pocas horas como Grecia”. “Nuevo rico ignorante y resentido”, perfila Jordi Pujol a RZ. Más cortés, Felipe González opta por la alusión: “Rectificar es de sabios, y de necios tener que hacerlo a diario.” Una catena aurea de declaraciones, debates y silencios permitirá narrar la historia de la crisis y aventurar predicciones a largo plazo.
Con la crisis, las grandes cuestiones pendientes reciben un tratamiento desigual. Pero no sólo en España. Afectan a los dieciséis de la Eurozona, a los veintisiete de la UE, a EEUU, a los grandes emergentes, a los satélites. Seguirán acuciándonos más allá del ciclo veraniego, y de otoño e invierno, de Navidad y Año Nuevo como un drama de larga duración, donde los mercados imponen sus urgencias a los Estados y las organizaciones internacionales. Sarko nos había prometido la “refundación del capitalismo” pero ya ni siquiera la menciona. Cécile Aubry, que parecía tan circunspecta al llegar a la cúpula del PS, lo compara con Maddoff. La zona euro está montando un fondo de estabilización muy poderoso, anuncia sin embargo la ministro de Economía francesa Christine Lagarde. Alemania ya lo ha votado, y ella misma lo defiende estos días en el Senado francés. Pero “los mercados no aman aquello que necesita tiempo”, advierte. Y sólo se tranquilizarán cuando los 16 países del euro lo hayan votado. ¿Lo votarán? Como en otros dirigentes franceses, crece en Lagarde el disgusto ante Alemania por sus formidables exportaciones favorecidas por la caída del euro y en buena parte dirigidas hacia sus socios de la UE. Pero Angela Merkel también atraviesa su a crisis. Quiere una “cultura del ahorro” pero recuerda que en su propio país se planteó un recurso ante el Tribunal Constitucional para paralizar los 22.400 millones que Alemania destinó a ayudar a Grecia: muchos alemanes preferían que Grecia cayera en bancarrota. A la canciller le atribuyen una supuesta falta de liderazgo: habría descuidado la gestión de la crisis para concentrar sus energías en las elecciones de Renania del Norte Westfalia, el 9 de mayo. Esfuerzo enorme, que no le evitó la derrota: la CDU no pudo formar gobierno con los liberales en ese Land decisivo y al mismo tiempo vio afectada su mayoría en la Cámara Alta. Y tuvo que soportar que en la Cámara Baja socialdemócratas y verdes se abstuvieron de votar 148.000 millones para el fondo de rescate del euro. Que, de todos modos, fue aprobado.
Merkel reasume ahora su protagonismo europeo sin olvidar que mientras un 63% de sus compatriotas se dicen “orgullosos” del euro, un 54% preferiría volver al marco. “En casos extremos es necesaria la fuerza militar para asegurar nuestros intereses, por ejemplo la salvaguarda de nuestras rutas comerciales”, afirma durante una entrevista radiofónica el Presidente Horst Köhler, tras una visita a soldados alemanes en Afganistán. No dice nada nuevo y podía demostrarlo con abundantes ejemplos a lo largo de los siglos. Pero es tan fuerte la presión popular para retirar las tropas alemanas de Afganistán que, sorprendentemente, Köhler renuncia a su cargo, con lágrimas en los ojos. “Es el primero que ha hablado con claridad de los motivos económicos de las guerras”, le reconoce Gregor Gisi, desde La Izquierda.
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