Un tres o un cuatro por ciento
Ya desde el primer momento surgió la duda sobre si de este affaire no saldría salpicado algún partido político
Hace casi un año que tuvimos las primeras noticias del asunto Palau de la Música, más conocido por el caso Millet, el todopoderoso personaje que se movía como pez en el agua por los pasillos del poder, estafando a unos y a otros, malversando caudales públicos, sin que, aparentemente, nadie sospechara nada. Algo bastante inexplicable ya que desde entonces sus antiguos amigos, y hasta sus parientes, han ido contando en privado que nunca nadie, ni siquiera su propia familia, se fiaba de él. Con estos antecedentes uno no acababa de entender que disfrutara de tanta confianza por parte de los poderes públicos y de tanto prestigio dentro de las altas esferas de la sociedad catalana. Algunos datos conocidos en los últimos días empiezan, sin embargo, a aclarar algo el asunto.
Ya desde el primer momento surgió la duda sobre si de este affaire no saldría salpicado algún partido político. Esta duda se despejó pronto al conocerse que Millet, en el año 2000, había entregado dinero del Palau a la Fundació Trias Fargas, de Convergència Democràtica (CDC), y había liquidado las deudas del Partit per la Independència (PI) de Àngel Colom justo al ingresar este en la misma CDC. La conexión entre Millet i Convergència comenzaba a hacerse evidente. Por otro lado, el hecho de que esta fundación cambiara de nombre y sustituyera el de Trias Fargas por el inocuo CatDem ya hacía sospechar que no se quería mezclar al viejo dirigente liberal en el asunto.
La declaración de Colom de esta misma semana ante la comisión de investigación de Parlament de Catalunya que, legítimamente, investiga el caso, ha sido muy expresiva de un inefable estado de espíritu de la Catalunya de hoy. En efecto, Colom confesó las supuestas razones por las que Millet pagó sus deudas: "Fui a ver al señor Mi-llet porque unos amigos me dijeron que era un mecenas. Me pagó porque me avalaba mi trayectoria nacionalista". Sin querer desvelar el nombre de estos amigos, Colom cobró un talón de la Fundació Orfeo Català-Palau de la Música y se fue tan contento a su casa pensando que había recibido 75.000 euros simplemente porque era un buen patriota. Por lo visto, en este país hay personas que consideran normal cobrar por el mero hecho de ser nacionalistas, un oficio, al parecer, bien remunerado.
Pero en los últimos días las investigaciones judiciales han tomado un rumbo distinto. Por un lado, se ha descubierto que Millet pretendía que el Ayuntamiento recalificara un edificio contiguo al Palau para que fuera destinado a hotel. Altos gestores municipales presionaron a la concejal del distrito, la arquitecta Itziar González, para que facilitara los trámites. Esta se negó repetidamente a ello hasta que decidió dimitir. Cuando se conoce un asunto de corrupción, siempre hay detrás una persona decente que arriesga el tipo y, en contra de sus intereses personales, hace prevalecer los generales. En este caso, la pequeña heroína ha sido Itziar González y los presuntos responsables de las irregularidades cometidas están en manos de la justicia.
Por otro lado, se han descubierto nuevos datos que relacionan los tejemanejes de Millet con la financiación ilegal de CDC. En efecto, según informaciones del todo fiables, en el pago de determinadas obras públicas llevadas a cabo por la empresa Ferrovial a cuenta de la Generalitat –especialmente la línea 9 del metro y la construcción de la Ciutat de la Justícia–, determinados porcentajes del importe de estas obras se desviaron a las cuentas de CDC por el conducto del Palau de la Música. Entre unas cosas y otras, por el momento parece que en las arcas de dicho partido se ingresaron por esta vía unos 5,8 millones de euros.
Tras el fracaso del segundo Govern tripartito, todos los sondeos parecían favorecer a CiU, que se había convertido en el único recambio posible a la actual situación. No cabe duda que este más que feo asunto puede ser un obstáculo en un paseo que se auguraba triunfal. Así el fracaso general de la clase política catalana parece evidente. Así lo reflejan tanto los sondeos demoscópicos como las charlas con los amigos: la desafección es general y no se ve una alternativa de gobierno en quien confiar. Asuntos como este añaden pesimismo al panorama.
Me acuerdo del año 2005, cuando Maragall, dirigiéndose a Artur Mas, soltó inopinadamente en el hemiciclo del Parlament de Catalunya aquel famoso: "Su problema se llama 3%". Y Mas le respondió algo así como: "Si ustedes quieren que sigamos colaborando –en aprobar el nuevo Estatut, claro– retire estas palabras". Y Maragall las retiró. Todos entendimos el significado de aquel enigmático 3% pero nos quedamos con las ganas de saber más, de llegar al fondo. Hasta hoy todo se ha cubierto de un espeso silencio. Según los datos en poder del juez, las comisiones percibidas en el actual asunto son ahora del 4%. Todo sube. Esperemos que la exaltación patriótica que está produciendo la sentencia del TC no impida que otra vez –siempre este dichoso Estatut de por medio– nos quedemos de nuevo con la duda de si ahora estamos en el 3, el 4 o vaya usted a saber qué tanto por ciento. Que el juez –esta vez el tinglado no lo controlan los políticos– nos desvele la verdad.