sábado, 20 de febrero de 2010

CHILE: EDITORIAL DE LA TERCERA

Designación de subsecretarios y relación con partidos

La tarea de gobernar el país demandará cuotas de capacidad técnica y habilidad política que las autoridades del próximo gobierno y sus partidos deben comenzar a desplegar desde ahora.

20/02/2010 - 09:00
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Con la designación ayer de los subsecretarios que acompañarán a los ministros del primer gabinete de Sebastián Piñera, el Presidente electo prácticamente culminó la conformación de la primera línea de su administración. Quedan por confirmar algunos cargos relevantes, como los titulares de las superintendencias y los jefes de los servicios más importantes.

La etapa que sigue consistirá en definir los mecanismos para que el nuevo Ejecutivo, en coordinación con los partidos de su sector representados en el Congreso, ponga en práctica un diseño de gobierno que se traduzca en una gestión política efectiva. En este sentido, la conformación del gabinete y la definición del elenco de subsecretarios entregan algunas claves importantes.

La apuesta del Mandatario electo a la hora de seleccionar a sus colaboradores consistió en privilegiar la excelencia profesional y académica. La idea matriz fue tener un "gobierno de los mejores". Al mismo tiempo, se puso énfasis en la renovación del elenco gubernativo, con un predominio de personas con perfil independiente de los partidos. También, el concepto de un gobierno de "unidad", abierto a la inclusión de figuras cercanas a la Concertación, cristalizó en la designación de Jaime Ravinet como ministro de Defensa.

Esto puso en tabla un legítimo debate sobre el necesario equilibrio entre la capacidad técnica y la política, en el entendido de que sin ésta última no se concibe una gestión eficaz.

Con el nombramiento de los subsecretarios, un grupo donde hay una mayor proporción de personas vinculadas a RN y la UDI, el Presidente electo parece haber escuchado a los partidos y su reclamo por una presencia más destacada en el gobierno, aunque sin olvidar las promesas de excelencia y renovación.

Esto es positivo, pues como dijo ayer el propio Mandatario que asumirá en marzo, los partidos son "insustituibles para la vida democrática" y lo son también para una conducción exitosa del Estado.

Tanto el nuevo gobierno como sus partidos deben operar desde ahora con una lógica distinta a la que han conocido en los últimos 20 años: a partir del 11 de marzo representarán al oficialismo y dejarán de ser la oposición. Se trata de un cambio paradigmático para la centroderecha chilena y de la forma en que ésta lo procese dependerá, en gran medida, la posibilidad de su continuidad en el poder por más de cuatro años.

Así, el Ejecutivo deberá encontrar una manera inteligente y funcional de incorporar a los partidos a la toma de decisiones, pero que no se traduzca en la nociva práctica del cuoteo, una de las grandes críticas hechas a la Concertación, incluso por sus partidarios. Esto exigirá del gobierno la capacidad de escuchar a los partidos y dialogar con ellos para que sea posible sacar adelante la agenda legislativa que requiera la nueva administración, en una dinámica de exigencias y concesiones que es parte intrínseca de la democracia, pero que no debe perder de vista el fin último, cual es concretar el programa de gobierno y los compromisos por los que votó una mayoría de los chilenos.

A la vez, y sin renunciar a hacer valer el respectivo peso político validado en las urnas, RN, la UDI y sus militantes deben comprender que ahora su rol es participar en el gobierno, alejándose de los personalismos y los comportamientos díscolos, y recordando que el triunfo de enero se debió en buena medida a que lograron exhibir en esta campaña un nivel de disciplina desusado hasta ese momento.

Las descoordinaciones entre el gobierno electo y sus partidos y parlamentarios con motivo de la designación del gabinete de ministros y, especialmente, con motivo de la discusión del impuesto a las bencinas, deben servir de advertencia para mejorar las vías de comunicación y los mecanismos de toma de decisiones.

La tarea de gobernar el país demandará cuotas de capacidad técnica y política que el gobierno y sus partidos deben comenzar a desplegar desde ahora.

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