viernes, 19 de febrero de 2010

SOBRE EL TRIPARTITO Y LOS MEDIOS DE LA GENERALITAT


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JOAN B. CULLA I CLARÀ

No disparen al espejo

JOAN B. CULLA I CLARÀ 19/02/2010

En este país ha habido gentes que se pasaron casi dos décadas atribuyendo las sucesivas victorias electorales de Jordi Pujol al control presuntamente omnímodo que éste ejercía sobre los medios de comunicación de la Generalitat. No a los aciertos y las habilidades del líder convergente, ni a los errores o flaquezas de la oposición, sino sobre todo a la labor adoctrinadora de Catalunya Ràdio y TV-3 bajo la férula nacionalista. Ahora, las mismas o parecidas voces sostienen que, si el tripartito de José Montilla sufre problemas de imagen, si le cuesta tanto levantar el vuelo, si las encuestas de intención de voto le son poco propicias, es porque no controla con mano de hierro aquellos mismos medios. Las turbulencias entre los partidos coligados, el haber puesto alguna consejería crucial en las manos equivocadas, la imposibilidad -gracias al Tribunal Constitucional- de soslayar durante esta legislatura los debates identitarios, el hecho de que la crisis económica se esté llevando por delante las ganancias de la nueva financiación..., todo esto no tiene mayor importancia. La clave de las dificultades del tripartito, y en particular del PSC, reside en que la radiotelevisión pública catalana va por libre, convertida al parecer en una máquina de guerra independentista.

De entrada, resulta chocante que, si el supuesto control de Pujol era un abuso, la presunta falta de control de Montilla sea una muestra de debilidad o de candor. Pero, contradicciones al margen, la teoría que he resumido en el párrafo precedente sólo tendría fundamento si viviésemos bajo las condiciones imaginadas por George Orwell en su novela 1984, o bien en la Corea del Norte de la dinastía Kim, donde los receptores de radio carecen de dial, porque salen ya de fábrica con la única emisora existente sintonizada. Por fortuna, no nos hallamos en ninguno de tales escenarios, ni siquiera en la inminente Venezuela en la que Hugo Chávez podrá interrumpir cualquier emisión, a cualquier hora, para endilgar sus soflamas antiimperialistas. Lo que quiero decir es que, pese a su trabajado liderazgo, ni TV-3 ni Catalunya Ràdio ha poseído jamás el monopolio, tampoco la hegemonía, sobre el consumo radiotelevisivo catalán, menos aún en estos últimos años de audiencias cada vez más segmentadas. Aquellos programas de contenido informativo o político que, en prime time, siegan supuestamente la hierba bajo los pies del tripartito los ve poco más del 10% de la población, tal vez el 20% del electorado. ¿Dónde se forma el 80% restante su opinión sobre los éxitos y los fracasos del Gobierno de Montilla?

Luego, dentro de la obsesión hiperbólica de algunos analistas por el papel de la radiotelevisión de la Generalitat, descuella la fijación con el programa Polònia. Comprendo y respeto que haya a quien le incomode ver caricaturizado cada semana al presidente de Generalitat como un tipo no muy listo que destroza el catalán. Pero sería justo añadir que, junto a él, el líder de la oposición es un idiota engreído y macarra, y su número dos un envidioso rival hambriento de ser ministro, y los jefes del independentismo gubernamental una mezcla explosiva de bobería y ambición fratricida, y el Rey un frescales, y... Es lo propio de la sátira política en las democracias consolidadas, y no hay noticia de que programas de este tipo le hayan hecho perder a nadie unas elecciones jamás.

No, los problemas del tripartito no están en el espejo que los refleja, ni siquiera en el que los deforma; están, según acaba de verse, en la realidad: en su arquitectura interna, en las contradicciones del PSC y en ciertos déficit de gestión. A no ser, claro, que Ernest Maragall y Antoni Castells formen parte también de la costra nacionalista-mediática que es preciso arrancar. De momento el máximo especialista en costras, Joan Ferran, ya los ha tachado de "megalómanos y ciclotímicos". En otros círculos afines al aparato se los llama, despectivamente, "el clan de los eruditos".

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