domingo, 7 de febrero de 2010

ESPECTADORES TODOS - CIUDADANOS ACTIVOS ¿CUÁNTOS?

ESPECTADORES TODOS - CIUDADANOS ACTIVOS ¿CUÁNTOS?

Hay varias maneras de trepar desde la cultura popular del espectáculo al poder político, tanto más rápidas cuanto menor la participación de los ciudadanos en la política. Algunas las cultivan las propias estrellas. Entre los que vinieron del cine, Ronald Reagan fue un precursor y es, hasta ahora, el que llegó a la cúpula más alta. Años después, Schwarzenegger ganó y sigue desempeñando el gobierno de un estado muy rico e influyente. Ahora, de Scott Brown, que acaba de ganar para el Partido Republicano el decisivo escaño del Senado que dejó vacante con su muerte Ted Kennedy, los perfiles más divulgados apuntan a una popularidad ganada años atrás por posar desnudo en la portada de una revista, hacer carrera como modelo masculino, casarse con una estrella de la televisión y tener una hija en los umbrales del estrellato.

Soviéticos, fascistas, nazis y franquistas montaron ellos mismos sus vibrantes, amenazadores espectáculos de masas de incondicionales. Ahora, en Europa occidental, es diferente. Berlusconi fue un cantante de cruceros para turistas en sus años jóvenes antes de convertirse en el divo y señor de la política italiana empeñado en asegurarse desde ella su impunidad como insaciable empresario. Sabe rodearse de estrellas del espectáculo y el deporte que al mismo tiempo dependen de él como gran patrón mediático y deportivo. Sarkozy, a falta de perfiles atractivos, buscó convertirse en un reflejo de la fama, la belleza y la clase de su tercera esposa apenas abandonado por la segunda, adúltera, que se negó a convivir con él en el Eliseo. Ya presidente, ha escogido para Exteriores al divo Kouchner, ex médico sin fronteras casado con una diva de la televisión; para el FMI, a otro engendro del mitterrandismo, Strauss-Kahn, pareja a su vez de otra diva de la televisión; para Cultura, al melancólico Mitterrand, sobrino de Dieu y durante largos años estrella de la televisión cultural. Angela Merkel tiene ahora como número dos de su nuevo gobierno de coalición y ministro de Exteriores a Guido Westerwelle, el líder liberal, que ya había montado su espectáculo como militante gay al presentarse con su pareja en la celebración de los cincuenta años de Angela, y al exhibirse al volante de un espectacular automóvil durante la última campaña electoral. La cultura gay, tan lanzada al espectáculo, potencia a otros políticos europeos también homosexuales, como los alcaldes de Berlin, Guido Westerwelle, y de París, Bertrand Delanoë, y el Secretario de Estado de Cultura, Medios y Deporte del gobierno británico, Ben Bradshaw.

Obama se ha visto amparado por una cultura del espectáculo de larga duración, aunque no haya sido él mismo estrella, integrándola a su propia biografía. Para que un “negro” –en realidad mestizo- alcanzara por primera vez la presidencia de EEUU hizo falta que a lo largo de unas cuantas décadas muchos negros triunfaran en la música, el teatro, el cine, la televisión, el deporte, alcanzando una fama y un nivel de vida inimaginables tiempo atrás. Estos negros volvieron “normales”, acostumbrados y en ciertos casos predominantes los triunfos de los otrora despreciados descendientes de esclavos. Si los negros estrellas ya son tantos y tan famosos, ¿por qué no van a alcanzar, por fin, las cúpulas de la política? George W. Bush ya había demostrado cómo un negro, Colin Powell, y una negra, Condoleezza Rice, podían destacar al frente de las relaciones internacionales, y varios varones negros, incluyendo a Powell, al mando de las Fuerzas Armadas. Powell llegó a perfilarse como posible candidato republicano a la Presidencia, se retiró de la carrera por temor a un atentado, pero en 2008 asombró a todos al anunciar su apoyo al demócrata Obama. La campaña de Obama contó con formidables apariciones de estrellas del espectáculo. Y ya en la Casa Blanca, Obama se ha atrevido a aparecer él mismo como fugaz estrella invitada a un programa televisivo y, más tarde, como excelente comentarista de un encuentro de baloncesto. Obama no necesita invocar su inmediata ascendencia africana -ni su largo linaje blanco- para seguir en la cumbre del sistema político. Pero su aporte al ya amplio elenco de negros triunfadores, si gana sus batallas desde la Casa Blanca, reforzará los ascensos de muchos otros negros en los rangos del sistema político.

Imposible saber ahora, en cada escenario nacional, si la cultura popular del espectáculo funciona como un impulso o un freno a la participación política racional, libre y responsable de todos los ciudadanos.

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