Intenté agradar al público, y el público me despreció, asi que desprecié al público y acudieron en masa
celebraba un personaje de El Roto en El País del miércoles 17.
No sé si el mismo razonamiento lo hace Eugenio Merino, que ahora exhibe en Arco dos esculpidas provocaciones. Una, pequeña, apoya un candelabro hebreo en una metralleta Uzi fabricada en Israel. La otra, muy alta, muestra en orden ascendente a un musulmán postrado en el suelo orando, un clérigo cristiano arrodillado sobre la espalda del musulmán rezando con las manos apretadas y un judío ortodoxo de pie sobre los hombros del cristiano, con la Biblia abierta sostenida por su diestra, la barba erguida y los ojos cerrados.
El conjunto de las obras de Eugenio Merino expuestas en Arco –afirma la inmediata protesta de la Embajada de Israel- incluyen elementos ofensivos para judíos, israelíes y, seguramente, para otros. Valores como la libertad de expresión o la libertad artística sirven en ocasiones de simple disfraz de prejuicios, de estereotipos o de la mera provocación por la provocación.
A diferencia del personaje de El Roto, Merino pretende ser muy ingenuo; nunca creo que mis obras vayan a molestar. Con la primera, alega, quería unir dos elementos israelíes. Todas estas polémicas me parecen estériles. No, al contrario, cabe pensar: dándole la razón al personaje de El Roto, una judía belga pagó 45.000 euros por la otra escultura.
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