“Tenemos que cortar el flujo anual de inmigrantes por debajo de los cien mil”, anuncia Cameron. Y tiene razón, creo, si tomamos en cuenta la durísima crisis financiera y económca y que ya viven en el Reino Unido 4.3 millones de inmigrantes censados. “El anterior gobierno dijo una cosa e hizo otra”, recuerda el nuevo Primer Ministro, “permitiendo en la práctica que la situación escapase a todo control y que hayamos tenido una inmigración neta de 200.000 personas al año, esto es, dos millones cada diez años.”
Recortar es seleccionar, y Cameron parece tener ideas claras al respecto. El tope afectaría al número de ciudadanos de fuera de la Unión Europea. Los preferidos serían los que tienen una cultura similar y una cualificación profesional elevada. Bancos y empresas subrayan una obviedad: que el tope no afecte a los ejecutivos de firmas internacionales. Con la misma firmeza habría que recibir también, vengan de donde vengan, a los refugiados políticos.
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