SIEMPRE DIFERENTE
Una vez más, el Reino Unido marca contrastes con sus socios de la UE. Pero esta vez, con David Cameron, mediante un nuevo discurso también distinto al que Margaret Thatcher había canonizado a lo largo de sus tres victorias electorales. Los británicos, decía esta implacable mujer, han llegado a esperar demasiado del Estado y cargan demasiadas culpas por sus propios problemas a la sociedad. ”Pero la sociedad no existe”, pretendía. Cameron la corrige ahora: “La sociedad existe”, afirma. “y no es lo mismo que el Estado.” Es según él una “Gran Sociedad”, orientada supongo –no sé si lo dice- por “la mano invisible” del mercado. Con razón, el liberal demócrata Clegg, antes de acordar su alianza con Cameron, decía estar con sus ideas más cerca de los laboristas que de los conservadores. De nada le valió al pobre Brown.
Cuesta saber si Cameron ha ganado con esa profesión de fe inmediatos, suficientes apoyos de sectores, grupos y movimientos sociales. Muchos interpretan su mensaje como una nueva excusa para decidir lo ya conocido: ahorrar dinero y suprimir servicios públicos. De manera implacable: con la mayor reducción del gasto público anunciada desde 1945. Cameron comenzó a aplicar su modelo en octubre sin que los más castigados -parados, pensionistas, incapacitados- protestaran en la calle. Aumentó sí en cambio los recursos para sanidad, ciencia, educación pública y ayuda internacional. Pero según él el sector privado debería absorber el despido de medio millón de funcionarios y dar trabajo, también, a millones de parados. Los primeros resultados parecen premiar en parte la audacia del Primer Ministro. La economía británica ha crecido más rápido de lo esperado en el tercer trimestre: se encuentra ahora dos veces más fuerte. Y las encuestas siguen favoreciendo a quienes ahora gobiernan.
Cameron se anotó un triunfo personal con la muy equilibrada visita del Papa. Claro que a diferencia de Margaret Thatcher él no había tenido necesidad de pasar del Metodismo al Anglicanismo para entrar en 10, Downing Street. Y a diferencia de Tony Blair en 2007 no parece inclinado a entrar en el catolicismo romano previa audiencia privada con el Papa, cuando deje Downing Street, ni tiene una cuñada comparable con la medio hermana de Cherie Blair, Lauren Booth, esa periodista que trabaja en el canal iraní Press TV, denunciante de la participación británica en la guerra de Irak y, hace pocas semanas, convertida al Islam.
Mientras tanto, los laboristas no inquietan en absoluto ni a Cameron ni a Clegg: siguen perdiendo apoyos a pesar de la oposición a los cortes. La lucha fraterna por el nuevo liderazgo del partido al cabo de los 16 años de Blair y Brown se ha resuelto por escasísimo margen a favor de Ed Milliband, mal identificado como Red Ed. a quien no tardan en reprocharle que la estrategia que había anunciado como nueva y diferente ya se está pareciendo demasiado a la de Gordon Brown. Y la memoria de la intervención británica en la guerra de Irak, aguijoneada ahora por WikiLeaks, golpea al gobierno laborista que la decidió, y no al gobierno de coalición de Cameron y Clegg.
¿Cómo se moverá Cameron en los escenarios de la Unión Europea, que tan bien conoce Clegg? A fines de octubre, asombró a muchos que al llegar al Consejo reclamara “la congelación o el recorte” del presupuesto comunitario para el 2011 y horas más tarde firmara con la mayoría la propuesta de un alza del 2,91% del gasto real.
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