Rohmer eligió a los jóvenes -urbanos, cultivados, sin apuros económicos- como interlocutores haciéndose joven él mismo hasta morir ahora, en plena juventud, a los 89 años. Los buscó, los encontró y los escuchó, y nos los hizo ver, seguir y escuchar en diálogos espontáneos, entre ellos mismos, erigiéndolos en coautores verbales del guión. Aprendió a verlos y escucharlos en sus clases de Literatura, escribiendo en revistas de prestigio, criticando películas de otros. Gustaba agrupar las suyas bajo emblemas prometedores en su elegante simplicidad: Seis Cuentos Morales en los 70, Comedias y Proverbios en los 80, Cuentos de las Cuatro Estaciones después.
"Hacer cine sobre la cotidianidad" lo identificó con la Nouvelle Vague, de la que fue creador sin pares, renovado, renovador y perdurable.
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