Mi alegría ante la eliminación del Real Madrid y del Milan en la Champions fue porque los grandes derrotados no fueron los jugadores sino los respectivos hiperempresarios: Florentino y Berlusconi. Pero el italiano está acostumbrado a levantar cabeza y a congregar aplausos -de la claque o espontáneos- en muy distintos escenarios. El español, en cambio, ha concentrado todos sus esfuerzos, por segunda vez, en el equipo de sus amores.
Marcando distancias siderales entre los galácticos y el resto, Florentino Pérez rompió una vez más la unidad del equipo. Ha implantado a pesar suyo la lucha de clases entre los jugadores: aquellos que él mismo ha hecho oligarcas y los restantes que forman una clase media adinerada. Pero estos últimos no funcionan como un frente único contra los primeros: disputan entre sí tanto como contra los privilegiados por el magnate, que tampoco saben ser frente único.
Cristiano Ronaldo increpó a Higuain, que días atrás parecía gran autor de los goles. La mujer de Kaká increpó al entrenador, Manuel Pellegrini cuando éste decidió sustituir a su marido. Y lo hizo lanzando por Twitter el mensaje que acababa de recibir del director de comunicación de Kaká:
"Técnico cobarde siempre tira a la basura a un jugador para desviar la atención de su propia incompetencia".
¿Se convertirá Twitter ahora en un nuevo campo de enfrentemientos entre galácticos y no galácticos, entre incluidos y excluídos, entre el entrenador y algunos jugadores?
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