El terremoto y, media hora después, maremoto golpeó a Chile en la víspera del cambio de gobierno, en el año de la celebración del Bicentenario de la República. Abrió súbitamente un itinerario harto conocido: cómputo de muertos y desaparecidos todavía incompleto multiplicando el dolor de los supervivientes, destrucción de viviendas, fábricas y espacios públicos a la vista de todos, hurtos y violencias en torno a los supermercados, servicios inmediatos de asistencia y mantenimiento del orden, promesas de rápida ayuda exterior.
La tragedia de Haití reaparece en Chile pero con otra trama: una economía saneada, una población acostumbrada a superar estos golpes rápidamente.
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